My slave is bound at the wrists and lies defenseless on the floor – perfectly positioned to serve as my personal seat. Wearing tight blue jeans, I plant myself firmly on his face in various positions. I control every breath, pressing my full weight down on him and savoring the way his face disappears beneath my big ass. Whether forward or reverse, I keep him pinned down for long moments until he squirms. 30 minutes of pure, merciless domination and face-sitting torment, leaving him no chance to escape.
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