En la noche más romántica del año, el día de San Valentín, Zeus, el dios supremo, decidió celebrar una fiesta de primera en el club más renombrado de Londres. Se decantó por una fiesta de disfraces para añadir un encanto especial a la noche. Los rumores sobre la fiesta llegaron a Afrodita, la diosa del amor y la belleza. Naturalmente, sintió un deseo irresistible de asistir al evento. Afrodita eligió la apariencia de un vampiro. Su cabello dorado la enmarcó como una cascada, y un vestido de terciopelo la adornaba, complementado por un collar mágico de delicado hilo plateado que ocultaba su esencia divina meticulosamente. Esta vestimenta engañosa la ayudó a pasar desapercibida por Zeus, que, como todos, estaba aturdido por su belleza. Afrodita, la personificación de la gracia y la sensualidad, bailada magistralmente, cautivando la mirada de todos en el salón, incluido Zeus. Ella se acercaba a él con cada movimiento fluido, atrándole con un aura de pasión. Su danza era encantada, como un antiguo ritual que une a los dioses y mortales.
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