El trabajo se detiene porque la jefa Camila no puede pagar al albañil... Aparece dos veces en el parterre, nerviosa, intentando ganar tiempo. La tercera vez, ella le llama a la habitación "para que hable mejor". Cuando cierra la puerta, confiesa en voz baja: "No tengo el dinero... pero puedo compensarte de otra manera." A partir de ahí, solo él está al mando: ella de rodillas, obedeciendo cada orden, mirando hacia arriba mientras escucha todo lo que él piensa que merece oír un jefe roto. Paga cada ladrillo con la boca, con el cuerpo, a cuatro patas, hasta que recibe el "pago" completo en la garganta para saldar la deuda de una vez por todas. Una jefa casada que pensaba que ella estaba a cargo de la casa descubrió quién realmente manda cuando llega la factura.
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