Cuando le dije que preparase la cena ... No esperaba entrar y verla ya desnuda, acostada en la mesa del comedor, esperándome - ojos hambrientos, labios separados y mi polla ya dura como una roca. No dijo una palabra. Me arrastró profundamente en su garganta, lenta, húmeda, sucia. Mi saliva cubrió mi eje mientras gimía a su alrededor, hambrienta como si no hubiera comido en días. Entonces ella empujó sus tetas y me deslizó entre ellas, sonreía cada vez que temblaba. ¿Esa mirada a sus ojos? Sabía que estaba cerca. Ella lo quería. De vuelta a su boca, más rápido ahora. Acariciando, chupando, amordazando hasta que exploté por su garganta. Y se lo tragó todo. Hasta la última gota. ¿Cena? No. Yo era el que recibió el servicio.
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