Maina solo vino a un chequeo… pero la doctora Nagano se obsesionó con su olor. La clínica está en silencio. El estetoscopio cuelga olvidado mientras ella se acerca demasiado. Su aliento roza el cuello de Maina. El examen se convierte en un estudio de respiración y deseo. — Qué nariz tan hermosa… — No debería hablar así con una paciente, ¿verdad? Primero, la nariz. Un soplo. Una risa leve. Luego, tensión. La doctora observa cada gesto. — ¿Lo olés? — Sí… fuerte. Agrio. — ¿Agrio? Qué cruel manera de decirlo… Luego, la lengua. Lenta. Clínica. Enferma. Lame la nariz, el borde del labio. La saliva brilla bajo la luz blanca. Maina casi no respira. Se deja mirar, oler, probar. El aliento ácido recorre su boca. La lengua busca control y deseo. — No apartes la vista… quiero ver cómo respiras. Pasás tanto tiempo viendo suciedad… hasta que esta te encuentra. Ese olor. Esa lengua. Invitá a alguien igual de torcido que vos a verla. (210114_09)
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