La obsesión nasal se vuelve salvaje en Japón: una termina babeando, vencida y empapada en el aliento sucio de la otra. Empieza en silencio. Yumika y Sumire cara a cara. Se rozan, se huelen, declaran el duelo. Nariz con nariz, frotando fuerte, respirando juntas. Cada gemido un grito en el calor húmedo. El aliento golpea sus caras. Lenguas en las fosas, salvaje. Bocas tapadas, aire robado, jadeos forzados. Revancha honda. Sumire hunde la nariz en la axila sudada de Yumika. Yumika exhala en la suya. Vuelven a las narices. Chocan. Succión. Baba. Sumire se desploma, empapada. Pero se levanta, arrincona a Yumika. Hasta que Yumika cae, derrotada en olor. No estás aquí por tetas. Ni por culos. Ni por nada normal. Te calienta una nariz empapada en saliva. Caras chupando aire hasta colapsar. Y lo sabés. Porque Yumika y Sumire hacen lo que no te animás. Se meten lenguas en la nariz. Se huelen. Se rinden. Te pajeás con esto. Y al terminar, recordás por qué viniste. (191122_05)
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